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lunes, 16 de noviembre de 2015

París...




No te conozco de frente. Pero te escribo.
Porque gime el raso negro de tu casa
en la brisa triste de mi persona.
No olvido tu perfil ni la tarde de tus ojos.
Pesan los rojos de hiel de tus aceras
en el vidrio hundido de mi cabeza,
me sube la rabia por las carnes de tu tierra
y mi cama y mi desayuno huelen al veneno
de cobardes y malditos, de ideales y corruptos.
Si hay un Dios es de carne campesina,
de figura sosegada, de palmas con tejados al alma,
si existe Dios no es niebla ni turba cielos,
y no azota esquinas de terror en manos de grises ratas.
París,
por si el silencio toca a mi lengua
y anega de llanto las letras de mi fiebre,
deja que levante la espada caliente de mi abrazo
y llene de aliento la penumbra empinada
del azabache de tu pena...
Por si el silencio toca a mi lengua
y el miedo no quiere morir en tus sábanas

déjame versarte y besarte...París....

1 comentario:

  1. Todos tenemos a Paris en nuestros corazones. Bonitos versos para llevar un poco de luz a tanta tragedia.
    Un abrazo.

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