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lunes, 20 de octubre de 2014

Domingos que besan los sábados imperfectos



Los domingos son escalofríos con tinta de color rojo inyectándose en los principios que creías firmes. Los domingos me tiran del pelo y me arañan las ansias de paz. Los domingos son para que la conciencia te repita una vez más entre tragos a la ansiedad que nadie te echa de menos. Los domingos son un mapa donde nunca encuentro mi lugar. Los aspavientos de la penumbra incierta de un desaire improvisado. La cuesta arriba de la vida. Los domingos sientes más el frío y cada vez menos la belleza de tu alrededor. Los domingos recuerdas y caes bajo la bruma de unos adjetivos que te tragas a empujones no sin antes obligarte a degustarlos bien hasta sacarte las entrañas por las rendijas de un calcetín roto que aún estando nuevo jamás podría extinguir tanto frío. Y no me entienden. Y ya no quiero que lo hagan. He perdido la confianza pero no solo en los domingos sino en la gente que sigue mirando cada segundo de ellos con gafas de sol llenas de apariencia. Cuelgo mis ojos de los domingos que dejan mi estómago vacío y tan solo lleno de nauseas de vacío que con analgésicos y ansiolíticos de todos los colores trato de evaporar. Nunca se van. Ni los domingos cada semana. Ni tan infumable soledad.

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