La culpa, misteriosa indecisa,
la copa apurada
de mi ebria costumbre de no perdonarme.
Está en mi memoria,
en los días que cumplen
sin existir jamás en el viejo calendario
del desván de la dignidad.
La culpa, vivir sin ella es olvidar,
en su rostro pasa la mención de mi sombra,
alborotadora del sufrimiento de la noche,
del secreto dolorido del adversario destino,
la culpa, moneda de cambio del odio a uno mismo.
Siento despacio tras la puerta su fiebre,
la espuma de la cicatriz
que me dejaron sus plurales,
vivir con ella es retirarse,
extinguir los bordes de tu burbuja azul,
el día siempre encuentra un instante,
un descuido de mi valor virgen
para anular las vacaciones de mi calma
y hacerme cruzar
su intangible,oscura y compleja selva.
La culpa
a veces,
no es más
que mirar de reojo
la casualidad
de ser feliz
mirando de frente
a la torpeza de ser valiente.